Y si ese jersey gris con camisa blanca fue el inicio del mayor morbo de mi vida aún vendrían muchos más jerseys con camisas que me excitarían fetichistamente lo que jamás pude imaginar. Cierto que los jerseys y camisas que llevaba Alexandra eran simplemente eso, es decir, unos jerseys y camisas normales pero aun así verla así vestida me daba mucho morbo.
Nunca sabré porque me daba morbo fetichista esa forma de vestir, pero a mí me volvía loco y me parecía muy pija siempre así vestida de la misma manera. Por lo que las siguientes semanas seguimos siempre el mismo ritual del último día: en cuanto nos quedábamos solos en la Academia me colocaba detrás de ella, le sacaba los cuellos de la camisa por fuera del jersey, la besaba el cuello, la levantaba de su asiento, la ponía contra la pared, le subía el jersey que llevara ese día y empezaba a comerle esas pequeñas tetitas por encima de la camisa que llevara ese día.
Siempre el mismo ritual. Siempre igual. Le comí las tetitas yo creo por encima de todas las camisas que tenía (que eran muchas y todas muy pijas) y ella siempre muy seria, impasible, inalterable, inexpresiva, como si eso fuese lo más normal del mundo, con esa cara de soberbia, engreída, altiva y orgullosa que tenía ella. Es más, nunca pude saber si eso la excitaba o disfrutaba pues su cara de palo tenía siempre la misma expresión indiferente como si todo aquello no fuese con ella. Era tan rara. Incluso hoy en día, 10 años después, me cuesta comprender su comportamiento.
Además es que, a pesar de que tenía ya 18 años, desprendía un aroma de inocencia virginal asombroso, apestaba a virginidad, y estaba segurísimo de que ningún chico la había nunca ni rozado ni besado, a pesar de ser tan alta, tan guapa y estar tan buena (a pesar de apenas tener tetas estaba muy buena). Quizás que aparentase tanta virginidad e inocencia hacía que me cortase un poco y me limitase solo a chuparla las tetas por encima de la correspondiente camisa. No me atrevía a más. Quizás con cualquier otra chica sí que hubiera avanzado más pero con Alexandra con esa frialdad virginal que la caracterizaba nunca me atreví a ir más lejos que chuparla y tocarla el culo. Hasta que llegó el día que desencadenó todo y el fetichismo fue tan brutal que acabó pasando lo que pasó.
Ese decisivo día vino tan guapa como siempre y vestida con su estilo de siempre, con ese jersey gris que ya conocía, una camisa blanca a cuadros que nunca se la había visto antes y unos vaqueros azules. El ritual fue el de siempre pero al empezar a comerle sus pequeñas tetitas por encima de esa camisa blanca a cuadros me sentí verdaderamente excitado e incontrolado ese día. ¿Por qué? pues porque hice algo que nunca había hecho antes por lo mucho que me imponía virginalmente Alexandra y es que mis besos y chupetones empezaron a bajar poco a poco de sus tetitas hasta su vaquero. Sin darme yo cuenta acabé arrodillado antes ella y empecé a besarla la entrepierna por encima del vaquero mientras la acariciaba el culo. De vez en cuando mis manos subían de nuevo a su camisa y la acariciaba un poco pero siempre volvían a su delicioso culo adolescente que me encantaba masajear mientras besaba su vaquero en su entrepierna.
¿En qué momento perdí el control y me cegué por completo? no lo sé exactamente pero supongo que el detonante fue cuando empecé a desenganchar su camisa por fuera del vaquero, se la saqué por fuera del vaquero, eso me dio mucho morbo, siempre llevaba la camisa metida perfecta, formal e inmaculadamente por dentro del pantalón, así en plan niña buena pija, y habérsela sacado así fetichistamente por fuera me dio un morbo fetichista total. Y ese morbo fue mi perdición pues antes de que me diera cuenta la estaba desabrochando su vaquero, bajando la cremallera y bajando su vaquero brusca y rápidamente con deseo y pasión.
Qué poco me sorprendió ver que llevaba unas sencillas braguitas blancas muy infantiles y virginales. No esperaba otra cosa. Tendría 18 años pero en el fondo era una niña pequeña en todo y su forma de vestir así lo demostraba. ¿Qué paso? pues lo inevitable: empecé a comerle esas braguitas blancas con toda la pasión del mundo y mientras se la comía (y empapaba con mi saliva) le tocaba las tetas por encima de esa camisa a cuadros o la tocaba el culo por encima de esas braguitas. Dios, qué placer me daba eso, era una pasada.
Pero, lo más desconcertante para mí fue que de repente alcé la vista y comprobé como Alexandra seguía igual que siempre, es decir, con esa pose orgullosa, altiva, indiferente y prepotente como si todo eso no fuese con ella. Me incorporé y la miré a sus ojos verdes y me llene de odio y rencor, me cabreé un montón, ¿por qué? pues porque la estaba comiendo su pequeño coño por encima de sus braguitas y ella como si nada, con una indiferencia brutal, con un desdén en su mirada como si eso no le importase, solo mantenía su mirada engreída de orgullo y altivez como si todo lo que yo hiciera se la sudara.
Y eso me frustró y cabreó un montón, en ese momento la odiaba al mostrar esa indiferencia con desdén a todo lo que yo hacía, por lo que llevado por el odio empecé a tocarla tas tetas con fuerza, con violencia, con pasión y pasó lo que jamás pensé que haría en toda mi vida, y mucho menos con Alexandra: la agarré su camisa a cuadros y con mucha furia se la rasgué violentamente. Todos los botones de su camisa saltaron por los aires, fue un acto de pura pasión, jamás en mi vida le había rasgado así la camisa a una chica y nunca más lo he vuelto a hacer en mi vida, pero ese día Alexandra sacó lo peor de mí y tuve que calmar mi frustración sexual rompiéndola así esa camisa a cuadros.
Y a partir de ahí ya no pude controlar mi odio, mi deseo, mis ganas y mis anhelos fetichistas por ella, porque con la camisa abierta me lancé a su pequeño sujetador blanco y empecé a comerla las tetitas. Esto duró poco pues enseguida le rompí también ese sujetador blanco y puede por fin después de tantos meses verle esas tetitas. Y sí, ciertamente eran tetitas, eran muy pequeñas, apenas tenía nada de tetas, pero me daba igual, Alexandra me producía tanto morbo que me encantaba comerla esas tetas y acariciarlas aunque fuesen tan pequeñas.
Y lo que tenía que acabar pasando pasó, mentiría si dijera que recuerdo cómo pasó exactamente pero no lo recuerdo, solo sé que la acabé empujando hacía la mesa, la puse con el culo en pompa, le rompí sus braguitas blancas y acabé penetrándola por detrás con un deseo como nunca antes he tenido en mi vida. Puro deseo. Pura pasión y puras ganas de follármela con toda la potencia del mundo. Y, entonces sí, sí que por fin su inexpresiva cara empezó a cambiar y soltó un gemido contenido. Su primer gemido. Qué morbo me dio eso. Me hizo follarla más deprisa, más rápido y con más ganas, y ella empezó a gemir más rápido y con ganas. No podía creer que por fin Alexandra demostraba algo de ser humano, esos gemidos era lo más humano que la vi nunca hacer, y estaba harto de verla siempre tan fría, seria, frígida, gélida, orgullosa, prepotente e inexpresiva.
No sé cuánto tiempo estuve follándomela así por detrás. Sé que fue mucho. Y sé que cada vez que la oía gemir (y que me demostraba con ese gemido algo de humanidad y no el robot que era siempre) me activaba tanto que volvía a follármela con más ganas. Aún tengo en mi retina de mi ojo ese jersey gris subido con esa camisa blanca a cuadros medio rota y rasgada mientras me la follaba por detrás. Mentiría si dijera que ella estaba gozando como una loca pues dudo mucho que Alexandra con lo rara y fría que es pueda nunca llegar a gozar pero lo que sí es que la follada que le estaba haciendo, aparte de ser la primera, iba a ser para siempre la follada que más la iba a hacer gozar y gemir. Y gimió poco pero lo que gimió fue un estimulante brutal para mí.
Al cabo de muchísimo tiempo me separé de ella. Tenía mi inmenso pene erecto lleno de sangre, fue todo tan rápido que nunca reparé que la había desvirgado y eso me dio aún más satisfacción brutal. No llegué a correrme y tenía muchas ganas de correrme. Además tenía ganas de correrme en su boca virginal por lo que fui con mucha ilusión al cuarto de baño a limpiarme la sangre vaginal de mi inmenso pene erecto dispuesto a metérselo en su boca para hacer así la corrida del siglo.
Y ese fue el momento más frustrante de aquel día inolvidable pues tarde solo 15 segundos en ir a limpiarme al cuarto de baño y cuando volví Alexandra ya se había subido los pantalones, se había bajado el jersey tapando así su camisa rasgada y estaba cogiendo tranquilamente su abrigo del perchero. Me dejó boquiabierto y desconcertado la frialdad de sus actos. Actuaba como si nada hubiera pasado, con la indiferencia, orgullo y prepotencia que siempre la caracterizaba. Por supuesto que podría haberla en ese momento forzado de nuevo y follarla la boca (yo estaba que explotaba y tenía litros de semen en mi inmenso pene deseando salir) pero el verla así ya vestida me corté un poco y no supe cómo actuar. Su comportamiento frío tan imprevisible nuevamente me coaccionó y no supe reaccionar. Alexandra se puso el abrigo, se despidió como siempre y salió.
Y por desgracia salió para siempre pues nunca más volvió a la Academia y nunca más volví a saber nada de ella. Tenía pagado el resto del mes pero no volvió. Y no es que se fuese ultrajada, enfadada o indignada. En absoluto, se fue como siempre como si nada hubiera pasado y como si no hubiese perdido la virginidad. Nunca he conocido a nadie más rara que ella pero al mismo tiempo jamás he vuelto a conocer a nadie que me dé tanto morbo y fetichismo.
Me sentí muy frustrado y me costó superarlo al principio pues me quedé muy colado, obsesionado y trastocado por ella. Y nunca he vuelto a sentir por nadie (ni siquiera por las novias que he tenido desde entonces) el deseo fetichista irracional que sentía por la fría y antisociable Alexandra. Y ¿por qué cuento todo esto ahora que han pasado casi 10 años desde que pasó? ¿Qué me ha motivado el revivirlo y compartirlo aquí? pues que sorpresivamente después de casi 10 años sin verla me la he encontrado casualmente en dos sitios diferentes. Jamás pensé que en una ciudad tan grande volviéramos a coincidir pero así ha sido. Y además dos veces muy seguidas que ha hecho revivir mis recuerdos y mis obsesiones.
¿Me acerqué a saludarla o le dije algo? pues no, no supe cómo actuar ni cómo afrontar la situación. Como ya digo han pasado casi 10 años de todo eso y ya no es esa adolescente de 18 años. Ya es toda una mujer aunque sinceramente vi en su rostro las dos veces que la he visto esa frialdad, indiferencia, soberbia, orgullo y aspecto virginal que tanto me obsesionó en su día y que tanto me marcó. Aunque en determinado aspecto a pesar de tantos años transcurridos hubo algo idéntico y es que las dos veces que la he visto iba vestida como hace 10 años con jersey, camisa y pantalón, el mismo estilo de siempre, lo cual ha acrecentado mi deseo hibernado, eso sí, con una leve diferencia en la forma de vestir y es que llevaba los cuellos de la camisa por fuera del jersey y morbosamente he pensado ¿habrá llevado en todos estos años desde que no la he vuelto a ver los cuellos de la camisa por fuera del jersey como homenaje a lo que yo la hacía? ¿Subconscientemente vestirá así porque yo la marqué y porque la dije en su día que le quedaban mejor los cuellos por fuera del jersey? quiero creer que es así y solo pensar eso produjo una gran erección en mí.
La gran pregunta ahora es: ¿si llego en los próximos días a encontrarme con ella una tercera vez debería decirla algo? Sé que ella orgullosamente nunca se acercará a mí ni me dirá nada pero ¿debería dar yo el paso? Seguro que a estas alturas de su vida tiene ya novio pero eso me importa un bledo porque me encantaría volver a repetir y experimentar todo lo que paso hace casi una década y que tanto me trastornó. ¿Seré capaz de dar el paso? y si lo doy ¿reaccionará Alexandra de nuevo igual de sumisa y obedientemente a todo lo que yo la hice con esa indiferencia e inexpresividad de siempre? No lo sé pero me da tanto morbo pensar que sí que solo imaginar volver a hacer eso con sus nuevas camisas me excitó como hacía años que no me excitaba. En fin, ya veré cómo se desarrollan los acontecimientos y si al final acaba pasando algo con la fascinante, pero muy rara, Alexandra.
Es uno de los relatos mes intensos que he leído en mucho tiempo.
ResponderEliminarParece el extracto de un guión de una película de Adrian Lyne y su fuerte carga erótica de la dominación y sumisión, en la que el personaje aparentemente sumiso (ella) es la verdadera dominante con su frialdad.
Te pido que continúes la historia 10 años más tarde con el fetichismo obsesivo que presentas.