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El diario de Natalia (Oct/2009 - Feb/2013): Capítulo 30

Pero ese sábado aún habría de proporcionarme muchas más sorpresas y un comportamiento inaudito en mí. Todo empezó cuando salí fuera de la discoteca a tomar el aire. Antes de que me diera cuenta Rafa me agarró, como si fuese mi novio formal, de la mano y me llevó a su lado. Me dijo: “vámonos, estoy solo en casa esta noche”. Y empezamos a andar. En cualquier otro momento le hubiera mandado a tomar por saco y hubiera pasado de él volviendo a la discoteca. ¿Por qué empecé a andar a su lado? Yo que sé, juro que no lo sé. No lo sabía entonces y tampoco lo sé ahora.

Solo sé que iba callada, aturdida y distraída a su lado mientras él me llevaba de la mano hacía su casa. No comprendía porque yo lo consentía. No me cuadraba en absoluto. Eso no era típico de mí y si me llegasen a contar esto de alguien hubiera dicho que era propio de una puta o de una fulana que se va a la casa con un tío. Y, sin embargo, ahí estaba yo junto a su lado, como drogada e hipnotizada, acompañándole a casa. Era algo irreal. Algo increíble. Algo realmente indigno y, sin embargo, en ese momento me parecía lo más natural del mundo.

Podría excusarme diciendo que las hormonas adolescentes a veces no te permiten razonar con claridad, pero se mire por donde se mire no tenía excusa ni pretexto, al menos una excusa racional. Por tanto ahí estaba yo, como una niña pequeña que acompaña obedientemente a su padre con la salvedad de que a mis 16 años ya no era ninguna niña y no era precisamente a mi padre a quien acompañaba.

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