De todos modos no fue algo que me preocupase en exceso, pues siempre lo pude achacar al exceso de alcohol y a que estaba semiinconsciente. Lo que si fue frustrante fue como se desarrolló todo. Aunque casi tenía 16 años yo nunca había tenido ningún rollo serio ni estado con ningún chaval, por lo que era una experiencia apasionante y nueva para mí. Dicha experiencia se caracterizó por no ser nada memorable. Ese chico con el que me estaba enrollando no era Edu, al menos el Edu que yo conocía, o creía conocer.
Fue brusco, directo, acelerado, ansioso y sin el menor tacto ni delicadeza. Todo se basó en besarme ásperamente sin sentimiento y solo llevado por el deseo, mientras que con sus manos me tocó el culo por encima del pantalón. ¿Dónde estaba el chico tierno, sensible, adorable y tímido que con gran sensibilidad y ductilidad jugó con mi ropa aquellas dos veces? ¿Dónde estaba esa inocencia e ingenuidad de caricias delicadas y esa inseguridad tan adorable? ¿Dónde estaba ese proceder lento, pausado y con elegancia de sus caricias sobre mi ropa? Era otra persona, no era Edu, es más, ni siquiera jugó con mi ropa. No me lo podía creer.
¿Y para eso me había entregado a sus brazos? Para que él se diese un vulgar y rápido morreo insustancial y nada personalizado. Fue como si se morrease con una total desconocida, me trató como a una tía más y sin la menor chispa, pasión y deseo en sus actos, es más, me pareció todo muy mecánico y desapasionado. ¿Es que no era consciente de que tenía a su disposición a la chica que había anhelado con tanto deseo esas dos veces en la cama mientras dormía? Esta traumática experiencia me dejó totalmente traumatizada y desconcertada. Y lo que es peor, me sentí como una verdadera estúpida.
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