Pues bien, mi plan, a pesar de que a mis 15 años me resultó francamente ingenioso y perfecto, no fue tan infalible como pensé. Porque efectivamente a eso de las 3,30 de la madrugada cuando Edu se fue para casa, yo empecé a callejear dando un rodeo enrevesado de calles, callejuelas y rincones para desembocar en un punto concreto poco antes de que él llegara a su casa. Mal planifiqué el asunto o que yo no corrí lo suficiente pues llegué con 10 segundos de retraso y solo me dio tiempo a verlo pasar antes de entrar en su portal.
En ese momento sentí decepción, pero esa decepción enseguida se convirtió en rabia de orgullo herido porque pensé: ¿No te da vergüenza hacer semejantes tonterías por un tío? ¿No te da vergüenza siendo la chica más guapa de la pandilla de rebajarte así? ¿No te da vergüenza perder el tiempo así teniendo a todo los chicos locos por ti? Esa noche fue determinante para mí, porque me juré (con las hormonas totalmente revolucionadas) no volver a dar ni un solo paso con Edu. Aunque eso sí, mientras me fui para mi casa no pude evitar recordar el momento en que tres semanas antes había desprendido mi camisa del vaquero. Me había dejado huella, y maldita sea la hora que me dejó esa huella indeleble.
Solo una cosa me reconfortaba, y es que estaba segura de que si yo tenía esa huella dentro de mí, él la tendría mucho más profunda, pues fue mucho más perturbadora y sobrecogedora la experiencia para él. Sea como sea, lo cierto es que toda esta relación con Edu me dejaba desconcertada. Yo misma no sabía lo qué quería y qué quería obtener de él: ¿un rollo? ¿qué fuera mi novio oficial? ¿ser una pareja liberal de rolletes? Estaba confusa y me engañaba a mi misma, pues nunca supe realmente qué quería de él ni tener la suficiente madurez para recolocar mis sentimientos para descubrirlo.
INDICE DE CAPÍTULOS | << CAPÍTULO 21 | CAPÍTULO 23 >> |
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escribe tu comentario sobre este relato