Siempre me he llevado bien con mi vecina Adriana, entre otras cosas porque nuestros padres son muy amigos, y desde muy niños hemos jugado juntos. Y uno de estos juegos fue darnos masajes el uno al otro. Por supuesto era un juego inocente y tonto pero cuando ambos entramos en la adolescencia dejo ya de ser tan inocentes. Al menos para ella y no para mí. Y me explico: el ritual del masaje era siempre darnos un masaje por la espalda de unos 10 minutos y luego por delante otros 10 minutos. Y al cabo de esos 20 minutos nos cambiábamos y era el otro el que daba el masaje al otro. Como ya he dicho todo muy inocente e ingenuo sin ninguna malicia ni connotaciones sexuales.
Pero en dichos masajes había un claro elemento diferenciador, mientras ella me daba el masaje cuando estaba bocarrriba no tenía ningún reparo ni pudo en pasar su mano por mi entrepierna y rozarme esa zona por encima del pantalón. Mientras que yo era muchísimo más pudoroso y me daba muchísimo corte y vergüenza el rozarla. Nunca la roce ni un centímetro del culo. Nunca. Ni por supuesto tampoco las tetas ni mucho menos su entrepierna. Mis masajes eran super castos y pudorosos. Me daba una vergüenza atroz el llegar a rozar una de esas zonas prohibidas.
Durante todo un verano este fue nuestro ritual prácticamente todos los días pero todo eso cambió al empezar de nuevo las clases en el instituto, pues entre el horario de las clases y luegos las actividades extraescolares tanto de ellas como mías era imposible vernos entre diario. Y luego los sábados ella se iba siempre con sus padres a un chalet que tenían a pasar el día o estaba todo el día fuera de casa con su grupo de amigas. Y respecto al domingo pues solo podíamos vernos por la mañana pues luego por la tarde ella siempre estaba fuera de casa con sus amigas. Es decir, pasamos de vernos casi todos los días a casi ni una hora a la semana. Por tanto yo siempre estaba expectante de que llegara el domingo y uno de esos domingos es cuando cambió toda mi perfección por ella.
¿Y por qué cambió? pues por la percepción que tuve ese día de Adriana. Me la encontré en las escaleras ese día volviendo de misa con sus padres y me impactó muchísimo pues Adriana es una chica que siempre, absolutamente todos los días, va siempre en coleta y siempre vestida en chandal o con sudaderas. Siempre. Ella es muy deportista y siempre va con su chandal o su sudadera. Y eso a mí no me gusta nada. Pero ese domingo iba con el pelo suelto, guapísima, jamás reparé que tuviera un pelo tan bonito al verla siempre en coleta, y además tan elegante que me dejó asombrado y flipado. Por supuesto que seguro que era su madre la que la habría obligado a vestirse así para ir a misa pues por ella misma jamás habría salido de su sempiterno chandal y sudadera. Iba todo de rosa, muy femenina, muy guapa, jersey rosa con unos pantalones rosas que la quedaban muy bien. Excepcionalmente bien. Me sentí excitado. Por mi primera vez desde que la conocía me sentí excitado y atraído sexualmente por ella. Era una persona totalmente diferente con esa ropa y por llevar el pelo suelto.
Por lo que ese día hice algo que nunca antes había hecho, la llamé y le dije de la forma más inocente si le apetecía jugar a los masajes. Nunca antes la había llamado para eso. Era ella la que siempre me llamaba. Supongo que para esto de los masajes yo era muy sumiso y ella era la que llevaba siempre la voz cantante. Pero es que ese domingo estaba tan guapa y diferente que no pude evitar llamarla. E hice bien pues ella accedió y quedamos en mi casa 5 minutos despueś. Por un momento pensé que como esta tía no le gusta vestir así quizás se habría cambiado de ropa y se habría puesto uno de sus chandals. Pero no, afortunadamente no, seguía así toda de rosa tan guapa, elegante y espectacular, una pasada que a mí me encantaba.
La dije que se tumbara bocabajo que hoy empezaba yo a darla el mensaje. Supongo que en mi inocencia yo hasta babeaba al verla así tumbada tan de rosa, tan guapa y elegante. El primer pensamiento que tuve antes de empezar el masaje fue curiosidad por saber si llevaba una camiseta debajo del jersey rosa o si directamente solo llevaba debajo el sujetador. Pensar eso me cohibió un poco y me asoló una gran timidez. Seguramente me puse rojo pero me gustaba tanto que no iba a consentir que mi timidez ahogase las ganas que tenía de acariciarla así vestida tan elegante. Por lo que puse mis manos en su precioso jersey rosa (estaba seguro que era nuevo y lo había estrenado hoy) y empecé a masajearla la espalda. Al principio suave y lentamente, saboreando cada centímetro que masajeaba. Como el jersey era algo gordo no detectaba si llevaba o no camiseta debajo lo cual me daba más morbo todavía.
Gocé muchísimo masajeándola la espalda un buen rato pero yo no podía dejar de pensar en su culo pues me encantaba lo fabuloso que le quedaba ese pantalón rosa y el culo tan maravilloso que se le formaba. Un culo perfecto. Absolutamente perfecto. Siempre con sus chandals no se apreciaba nunca ese culo pero hoy era una delicia mirárselo sin parar mientras atolondradamente seguía acariciando su espalda. No sabía cómo abordar la situación pues nunca, como ya dije antes, le había ni rozado el culo en todos nuestros masajes, y era muy consciente que en cuanto se lo rozase ella se daría cuenta y no sé cómo iba a reaccionar. En el fondo yo tenía todo el derecho del mundo a tocárselo pues ella siempre sin disimulo pasaba sus manos por mi culo y mi entrepierna cuando me daba ella los masajes pero a mí me daba muchísimo corte hacer eso, muchísima vergüenza, estaba siempre cohibido, cortado y tímido y nunca pude dar el gran paso de ni siquiera rozarla.
Pero sabía que ese día tenía que hacerlo sí o sí. ¿Cuándo volvería Adriana a estar así de guapa y elegante y tan morbosamente vestida que me excitara tanto? A lo mejor nunca más la volvía a ver así vestida. Debía aprovechar esa oportunidad. Sé que me arrepentiría mucho si no llegaba a hacerlo. Por lo que cogí aire, intenté tranquilizarme y muy discretamente en un momento dado pasé las manos por encima de su culo. Fue menos de dos segundos, quizás menos, enseguida volví a su espalda como disimulando que había sido un error haberla tocado el culo por encima de ese pantalón rosa. Durante unos segundos estuve asustado y expectante por ver si ella se enfadaba o cabreaba por haber pasado la mano por ahí. Pero no pasó nada de eso. Como si no se lo hubiera rozado. Estoy seguro que se dio cuenta, fueron solo dos segundos pero se tuvo que dar cuenta sí o sí. Por lo que pude respirar tranquilo de que mi travesura no tuviera consecuencias.
El hecho que ella no reaccionase negativamente me lo tomé como una invitación de que podía seguir aunque solo de pensarlo me producía tal nerviosismo y tal timidez que casi me daban taquicardias. Pero también sabía que ese tenía que ser mi dia. Si había tomado la decisión ahora no podía echarme atrás por muy aterrado y petrificado de miedo que estaba ante su posible reacción. Por lo que nuevamente volví a posicionar mis manos en su culo y con todo el valor del mundo apreté un poco, solo un poco, apreté con cada una de mis manos cada uno de sus glúteos a través de ese pantalón rosa tan elegante. Ella no reaccionó, por lo que volví a apretar más fuerte mientras miraba lo preciosa que estaba con el pelo suelto (insisto que era la primera vez que la veía con el pelo suelto) y ese jersey rosa tan bonito que combinaba tan fabulosamente con su pantalón del mismo color. Me tiré mucho tiempo acariciando y apretando su culo, con deseo, con ganas, como dejándome llevar por un instinto interno que necesitaba tocárselo al estar tan guapa.
Y como tampoco quería que fuese tan descarado que me estaba regodeando y deleitándome sobando así su culo empecé a bajar por las piernas y a acariciárselas también por encima del pantalón. Poco a poco. Lentamente. Saboreando cada centímetro que recorría de sus piernas hasta llegar a los pies y volver a subir. Solo que esta vez mientras subía metí un poco mi mano por entre sus muslos. Fue apenas unos segundos. Casi nada. Pero qué gozada pasar por sus muslos que se marcaban en el pantalón y luego volver a su culo el cual volví a apretar y oprimir con timidez pero con cierto descaro. Flipe que la tía no dijese nada de lo que estaba haciendo pues tenía motivos de sobra para haberse enfadado y decir qué parase y no la tocase por ahí pero ¿acaso ella no me tocaba a mí por mi entrepierna cuando me daba masaje? ¿acaso no tenía yo el mismo derecho que disfrutar que ella? Por lo que repleto de autoconfianza al ver que no se quejaba seguí manoseando y sobando su culo. Era el primer culo que tocaba en mi vida y no podía haber elegido uno mejor porque, al menos embutida en ese pantalón rosa, era el culo más bonito y perfecto que podría soñar.
Seguí centrándome en su culo hasta que de repente consumido por la curiosidad levanté muy discretamente un par de centímetros su jersey rosa para ver si llevaba algo debajo. No llevaba nada. Es decir, debajo del jersey solo iba en sujetador lo que me dio mucho morbo aunque también fetichistamente me hubiera gustado que llevase una camiseta rosa pálido que hiciera juego con el resto de su ropa. Así iría en plan pija total. Pero aún así que comprobase que solo llevaba el jersey me dió mucho morbo y tal excitación que tuve que volver compulsivamente a manosear su culo, sus piernas y muy brevemente sus muslos apenas rozándolos. Cómo me excitó eso. Fue una pasada total.
Y debi entre tantas caricias perder la noción del tiempo pues mi madre desde la cocina me llamó porque era ya la hora de comer. Eso me fastidió mogollón. Le dije a Adriana si seguíamos por la tarde con el masaje y ella me dijo que no, que por la tarde ya había quedado con sus amigas. No lo dijo en plan enfadada ni nada, por lo que mis atrevidas caricias no pareció que la molestase pero aún así me frustró muchísimo no poder seguir con ese masaje con lo guapísima que estaba.
De nuevo tendría que esperar toda otra semana para volver a jugar a esto de los masajes. Además yo fetichistamente me encantaba masajearla estando guapa y elegante, y no con esos chandals, sudaderas y con coletas. Se me hizo eterna la semana hasta que llegó el domingo pero finalmente llegó. Estuve espiando por la mirilla de la puerta hasta ver cuando volvía de misa y ver cómo iría vestida.
Y para mi desgracia fetichista no fue de rosa pero sí que iba elegantemente vestida y con el pelo suelto (vestida así seguro por su madre, de eso no tenía la menor duda). Si el domingo pasado iba toda de rosa esta vez iba toda de azul con un jersey precioso azul oscuro y unos levis azules que le quedaban de maravilla. La llamé al móvil enseguida para proponerle el masaje y ella aceptó (nunca habíamos estado 7 días enteros sin darnos uno de estos supuestos masajes inocentes) por lo que las ganas y la expectación que yo tenía eran brutales.
Pero nada más entrar en mi habitación mi gozo en un pozo pues me dijo enseguida: hoy empiezo yo dándote el masaje. Me frustró mucho eso. Tenía ansiedad por ser yo quien la acariciara y manoseara a ella. Su masaje a mí fue como siempre, primero bocabajo pasando la mano por mi culo pero como sin importancia, y luego bocarriba pasando su mano por mi entrepierna pero sin regodearse ni deleitarse al pasarla por ahí. Por supuesto que a mí me excitaba que la pasara por esas zonas pero ella lo hacía impasible como si fuera una parte más de mi cuerpo sin importancia. Lo cual no sé si me frustraba o me daba más morbo. Sea como sea, yo solo estaba pensando que acabara de una vez por todas con el masaje para poder empezar yo con el mío. No sé cuánto tiempo estuvo masajeándome, quizás 40 minutos, pero para mí se me hicieron eternos y me generó una gran ansiedad.
Cuando finalmente acabó y nos intercambiamos los roles pensé para mí que el poco tiempo que me quedaba antes de que mi madre me llamara para comer lo iba a exprimir y a aprovechar al máximo. Por lo que muy aceleradamente empecé a masajearla la espalda por encima del jersey azul y casi de forma instantánea bajé a su culo. Quizás fue muy descarado pero me moría por tocar ese culo que le quedaba tan fabulosamente bien en esos Levis. Por lo que repetí todo el proceso del domingo anterior apretando sus gluteos, sobandolos, acariciándolos y manoséandolos con todo el deseo del mundo. De vez en cuando para disimular volvía a su espalda o a sus piernas pero me volvía loco ver su culo en esos vaqueros y siempre volvía a tocárselo y apretárselo con todo mi deseo y ganas. Ella no reaccionó ni positiva ni negativamente con esos toqueteos sobre su trasero. Permaneció impasible y eso me dio carta blanca para seguir sobando ese culo tan perfecto.
Y dado que ella no se cabreada ni enfadaba con esas caricias y apretones decidí dar un paso más antes de que mi madre me llamara para comer. Por lo que la dije que se diera la vuelta y se pusiera bocarriba. Lo cierto es que estaba guapísima con ese jersey azul oscuro y aunque no tenía mucho de tetas sí que me volvían loco esos dos bultitos que se formaban en dicho jersey. Por lo que disimuladamente empecé como siempre acariciando por todas partes menos por sus tetas pero en un determinado momento quise arriesgarme a acariciarselas por encima del jersey. Sé que me jugaba mucho pues si se cabreaba por eso quizás jamás volveríamos a lo de los masajes y por tanto jamás volvería a tocar su maravilloso culo. Me lo plantee varias veces. Tenía un miedo atroz a que se enfadase y todo lo conseguido hasta ahora se acabase, pero al final me armé de valor y pasé discretamente mis caricias por encima de sus tetas por encima del jersey azul. Durante un segundo se me paró casi el corazón pensando que ella iba a estallar y cabrearse. Ese segundo se me hizo eterno. Pero ella permaneció impasible como si nada y como si fuera normal que la acariciase las tetas. Yo flipé pues era la primera vez en mi vida que tocaba a una chica las tetas por encima de la ropa y ese morbo me puso a mil.
De todas formas no quise tentar mi suerte y deje de acariciárselas no vaya a ser que me estuviese pasando y empecé a acariciarla el resto del cuerpo estando así bocarriba. Me moría de ganas de acariciarla la entrepierna de su vaquero al igual que ella había hecho conmigo muchas veces, pero a mí me daba un corte terrible, muchísima vergüenza, sé que tenía todo el derecho legítimo a acariciarla por ahí pues ella lo había hecho durante meses con todo el descaro pero no conseguía dar el gran paso. Además estaba tan guapísima con esos vaqueros Levis que me intimidaba más aún. Por lo que me limité a acariciar y toquetear sus piernas, y muy discretamente pasar la mano por sus muslos que se marcaban tan maravillosamente en ese pantalón. Solo al final después de mucho rato me atreví a poner mi mano en su entrepiernas y acariciarla un poco. Parando cada pocos segundos para ver si ella reaccionaba enfadándose o cabreándose. Al ver que me daba carta blanca al no mostrar ninguna reacción apreté un poco más por esa zona, y justo al segundo de apretar mi madre me llamó que era ya la hora de comer. Joder, es que pasaba el tiempo volando con esto de los masajes y yo siempre tenía la sensación de no aprovechar todo lo que tenía que aprovechar. Y encima la frustración de tener que esperar otros siete días para nuestro próximo encuentro.
Si la semana anterior se me hizo eterna, ésta se me hizo el doble de eterna, parecía que no pasaban los días. Fueron los 7 días más largos de mi vida y me masturbé varias veces al día pensando en ella por lo que guapa que había ido tanto de rosa un día como de azul la semana siguiente. Ardía en deseos de que llegara el próximo domingo para ver primero lo guapa que se habría puesto y segundo para profundizar mucho más en los masajes que cada vez iba teniendo menos de inocentes. Yo creo que hasta internamente conté las 168 horas que faltaban hasta que pudimos volver a quedar. Y cuando finalmente llegó el domingo tenía mucha ansiedad y hasta taquicardias de lo larguísimo que fue el proceso de espera. Cuando calculé que ya habría llegado de misa la llamé al móvil y quedamos. Y si los dos domingos anteriores estaba guapísima este tercer domingo estaba espectacular. Preciosa a rabiar con un jersey de cuello alto negro más ceñido (o eso me parecía a mí) con una falda blanca a cuadros que la llegaba por las rodillas. Guapísima. Casi tuve que disimular que se caía la baba cuando empezamos con los masajes. Seguro que el resto de la semana seguía yendo con sus chandals y sudaderas ordinarias de siempre pero es que los domingos se convertía en un auténtico bellezón y encima con el pelo suelto.
Ella insistió en empezar a masajear ella. Y sé que debería haber disfrutado ese masaje ¿al fin y al cabo me estaba masajeando una chica preciosa que hasta me tocaba descaradamente la entrepierna por encima del pantalón? Cualquiera hubiera matado por estar en mi situación y más al tratarse de una adolescente como Adriana tan guapa y que estaba tan buena (y espectacularmente elegante). Sé que debería disfrutarlo pero no lo hacía pues solo pensaba en el momento de ponerme a masajear yo para tocarla hasta el último centímetro de su cuerpo. Si larga se había hecho la semana mucho más largo se me hizo el tiempo que estuvo ella masajeándome, se me hizo eterno, pero no quise decir nada para no enfadarla y que se acabarás bruscamente mis opciones de tocarla yo a ella.
Finalmente llegó mi turno y ella se tumbó bocabajo. Yo como si fuera un sediento totalmente deshidratado me lancé a tocarla el culo directamente como si mi vida dependiera de ello. Hasta ahora siempre disimulaba mucho hasta acercarme a su maravilloso culo pero hoy necesitaba empezar por ahí por lo guapísima que estaba con esa falda blanca a cuadros. Guapa a rabiar combinándola de maravilla con el jersey negro. Sobé su culo como nunca lo había hecho antes, con ganas, con deseo, con necesidad, casi con violencia, me deleité y regodee tocándoselo y apretándoselo con fuerza y ganas, muchísimas ganas, como si no hubiera un mañana. No creo que tocase su espalda ni sus piernas ni una sola vez. Solo me centré en su culo y en sobárselo con tanto ahínco como si mi vida dependiera de ello. En más de un momento me plantee el subirle la falda para ver sus braguitas o simplemente meter mi mano bajo su falda. Pero no me atreví y me dio mucho corte. Hasta ahora nuestros masajes siempre eran por encima de la ropa y tenía miedo de que si quebrantaba esa ley entre nosotros se cabrease y no me dejase masajearla más. Por lo que tuve que contenerme muchas veces para no meter mi mano bajo su falda. Fue un suplicio no hacerlo pero sabía que era lo correcto para no cagarla, ya habría más oportunidades en el futuro si seguiamos con esto de los masajes dominicales.
Cuando la dije que se diera la vuelta mi erección dentro de su pantalón creció considerablemente. ¿Por qué? pues yo no sé si es que ese jersey de cuello alto era mucho más ceñido, probablemente no, sería fruto de mi imaginación y deseos acumulados durante toda la semana pero sí que era más fino que los jerseys rosa y azul de los domingos anteriores y por tanto se notaban más sus pequeños pechos a través del jersey. Esos dos pequeños bultos en el jersey negro me volvían loco y cuando empecé a masajearlos mi erección creció como nunca dentro de mi pantalón hasta el punto de hacerme daño de lo inmensa de grande que la tenía a punto de explotar. Pero lo peor fue que si antes bocabajo me costó horrores no meter la mano bajo su falda, ahora bocarriba no fue ya un horror sino un verdadero suplicio pues solo deseaba meter mano bajo esa falda preciosa. Juro que hasta me faltó la respiración. El poder de contención que me autoimpose fue tal que lo pasé verdaderamente mal. Cierto que estaba disfrutando mucho sobándola las tetitas por encima del jersey negro pero eso no calmaba para nada el enorme deseo acumulado que me ocasionaba el imaginar las braguitas bajo esa falda y el poder tocárselas y sobarlas. Fue un suplicio absoluto que me produjo aún más ansiedad.
Y en pleno de este relativo sufrimiento llamaron a su móvil. Casi me da un ataque al corazón cuando sonó su móvil. Juro que estuve a punto de darme un infarto de lo concentrado que estaba tocando sus tetas y mirando su falda imaginando qué habría debajo. Fue un susto tremendo. Pero lo peor fue que la llamada era una de sus amigas para quedar y se levantó, se despidió de mí y se fue tan tranquilamente. Yo me quedé sentado en la cama con una erección brutal y con cara de tonto. Totalmente frustrado, totalmente desilusionado y totalmente destrozado por haber acabado el masaje tan bruscamente que no me dio tiempo a reaccionar. Solo pude reaccionar cuando el dolor de mi entrepierna era ya tan grande por la tremenda erección que me obligó casi tambaleándome ir al cuarto de baño a pajearme. Una paja necesaria tanto sexual como sentimentalmente pues estaba necesitado y frustrado de ambos deseos.
Lo más duro de esta frustración era tener que esperar otros siete días para el siguiente encuentro pero intenté mentalizarme de que dicha espera no debía ser un suplico ni un martirio, debía tomármelo con calma y paciencia, y no sufrir por ello. Me convencí a mí mismo de que yo era muy afortunado pues seguro que ninguno de mis amigos todavía no había tocado las tetas a ninguna chica y, si lo habían hecho, seguro que no con la intensidad que lo hice yo durante esos tres domingos seguidos. Además toqué también el culo y sobre todo la entrepierna lo cual seguro que ninguno de ellos lo había conseguido nunca. Y eso me dio ánimo y paciencia para que la semana fuese más llevadera y sobre todo con el convencimientos de que cada nuevo sábado avanzaríamos cada vez más y más con los masajes. Y eso sí que no lo tenía garantizado ninguno de mis amigos ni en sus mejores sueños. Por lo que entre tantos pensamientos y divagaciones conseguí que la semana pasara sin comerme tanto la cabeza y sin que la ansiedad me carcomiera por dentro.
Y casi sin darme cuenta llegó el siguiente domingo. Yo como siempre expectante e ilusionado como si fuese la primera vez. De nuevo en cuanto calculé que volvió de misa la llamé para quedar. Y nada más verla tuve una erección que costó disimular. Iba de nuevo con el jersey rosa y el pantalón rosa del primer domingo. Qué morbo me dio eso. Eso me motivo muchísimo y los ojos me brillaron con ilusión y puro entusiasmo. Como siempre ella empezó a darme un masaje a mí. Sabía que debía ser paciente y esperar a que acabase que ya me compensaría luego dando yo otro intenso masaje a ella, aunque hervía por dentro sabiendo que aún quedaba bastante hasta que nos cambiaramos el turno. Pero de repente algo totalmente inesperado y sorpresivo paso. Algo que jamás pude llegar a imaginar o sospechar. Algo tan tremendo que me provocó tal taquicardía que tuve en serio miedo de que me diera un infarto.
¿Qué fue? pues que ella con toda la naturalidad del mundo después de pasar la mano por mi entrepierna me desabrocho el pantalón y me bajó la cremallera. Mi ritmo cardiaco subió a punto de estallar. Mis pupilas se dilataron. Yo creo que hasta me crecieron las uñas. Y, por supuesto, la erección que ya tenía se acrecentó aún más. Pero cuando todavía no había asimilado lo que había pasado ella tiró de mi vaquero para abajo hasta bajármelo hasta casi las rodillas. Y en ese momento sentí un pudor tremendo. Muchísima vergüenza al quedarme ante ella con los calzoncillos al aire los cuales albergaban una erección tan brutal que el bulto que se formaba en dichos calzoncillos pareciese que iba a estallar y hacer reventar dicha prenda interior en mil trozos. Yo cerré los ojos. No quería ni mirar cómo se notaba lo empalmado que estaba. Como intentando disimular mi enorme excitación y erección. Muerto de vergüenza y con un interés brutal en que bajase dicha hinchazón para que no se notase tanto. Y, en medio de todas estas divagaciones y comeduras de tarro, ella empezó a acariciarme por encima del calzoncillo como hizo tantas veces los domingos anteriores por encima del pantalón.
Yo no sé si ella le gustaba lo de acariciarme así mi miembro erecto por encima del calzoncillo pues yo seguía con los ojos fuertemente cerrados y sonrojado por lo que estaba pasando. Ni siquiera estaba sintiendo placer de que una chica me tocase por ahí de lo cohibido y cortado que estaba. Sumamente nervioso como sintiéndome culpable de tener una erección tan grande y que se marcara tanto en mis gallumbos. Años después descubrí que a las chicas les encanta que se te ponga tan grande y que te excites tanto por ellas, pero en ese momento en plena adolescencia yo me sentía como un depravado por no haber sido capaz de controlar dicha erección y de que se notase tanto. Sea como sea, Adriana siguió acariciando y tocándola con total normalidad (estoy seguro al 100% que era la primera vez que veía a un chico en calzoncillos y por supuesto la primera vez que le tocaba por encima de esta prenda tan íntima para mí).
Pero, de repente, en medio de semejante agobio reparé en algo que hasta ese momento no me había dado cuenta. Si ella me hacía eso a mí entonces cuando yo empezase el masaje tendría carta blanca para hacerle exactamente lo mismo a ella. Eso aceleró mi corazón y formó una sonrisa bobalicona en mis labios pero solo llegar a pensar que podría bajar su pantalón rosa y ver sus braguitas me produjo tal taquicardias que incluso mi erección aumentó todavía más aún. Y cuando pensé que ya a partir de ese momento también tenía derecho legítimo para acariciarla las braguitas o incluso subirle el jersey rosa para tocarla por encima del sujetador hizo que casi perdiese el conocimiento de toda la sangre que se fue de mi cerebro a mi pene erecto. No sé cuántas pulsaciones tuve por minuto pero sí sé que si no me dio un infarto fue un puro milagro. Y mientras ella regodeándose pasando su mano por ahí como si tal cosa. Su masaje fueron los minutos más largos, intensos y excitantes de mi vida ante la enorme expectación de todo lo que yo ya podría hacerle en cuanto ella acabase.
Y mientras yo mentalmente me estaba relamiendo pensando en lo que venía después y lo muchísimo que me iba a aprovechar por las oportunidades que se me brindaban al poder meter ya mano bajo su ropa en apenas unos minutos se produjo un silencio abismal. Un silencio rarísimo. Yo que tenía los ojos cerrados los abrí y vi a Adriana wasapeando con su móvil con una sonrisa en los labios. Yo desconcertado no dije nada pero más descortezado me dejó al ponerse de pie y decirme que se tenía que ir. Yo me quedé flipado. ¿De nuevo me dejaba con la miel en los labios con el domingo anterior y precisamente hoy que estaba tan guapísima toda de rosa? Pero lo que más me cabreaba no es que se fuese (y que de nuevo tuve que urgente y frustradamente pajearme porque estaba que explotaba) sino que se fue muy rápida, contenta, alegre e ilusionada. No era normal que solo por quedar con una amiga como el domingo anterior se pusiera así de entusiasmada y, efectivamente, el destino me tenía reservada una gran broma pesada.
¿Cuál? pues que esa fue la última vez que jugué a esto de los masajes con ella pues se echó novio. Está claro que ese wasap fue de un chico que le gustaba y que empezaron a salir ese mismo día. Yo me enteré tiempo después, primero el domingo siguiente cuando insistí en quedar y ella me dijo que no, y luego por una amiga de su grupo que me confirmó que efectivamente se había echado novio y que el tremendo chollo que yo tenía se acabó para siempre. Nunca más volvimos a vernos así íntimamente y nunca más volvimos a sacar el tema. Ni siquiera cuando cortó al cabo de un par de meses con ese novio.
Yo todo ese tiempo me sentí como un payaso utilizado y manipulado cruelmente. Cierto que yo también disfruté con los masajes el poco tiempo que duró y que era un afortunado pues nadie de mis amigos seguro que jamás habían llegado tanto a una chica, pero eso no me contentaba y durante semanas sentí una amargura, decepción y depresión brutal por lo acontecido. Excusa decir que me mataba a pajas todos los días pensando en ella pero ni eso me calmaba. Solo un tiempo después acabé enchochándome por otra chica (una compañera de clase) y me hizo olvidarme ya de Adriana para siempre pero, como se suele decir, eso ya es otra historia.
ccc
Masajes inocentes
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